Una autopsia sin cadáver de Carlos Costa

Hoy os dejamos con otra reseña de un poemario de la editorial Cuatro Hojas. Se trata de Autopsia sin cadáver de Carlos Costa. La reseña la escribe Paula Bravo. Un ejemplar de este libro se llevó de regalo la vigente Campeona de Poesía MóstolEslam, Acoyani Guzmán, el pasado 11 de septiembre.

Una Autopsia sin cadáver

Hace poco le contaba a Carlos, autor de Una autopsia sin cadáver y creador multidisciplinar, que mi profesor de religión nos decía que había dos cosas a las que la religión no puede dar respuesta: la muerte y la enfermedad; al dolor vaya.

Carlos habla de un dolor muy particular, de un dolor desgarrador: el psíquico. Pero para hacerlo habla de tantos dolores que son lugares comunes: el desamor, el luto, la vulnerabilidad etc. Al hacerlo se enfrenta a sus llantos, su miedos, sus heridas, pero sobre todo a quien le ha dejado de amar (o mejor dicho, a quien no le ha querido bien), en un esfuerzo de sanar, de comprender, lo que ni la religión comprende.

En el camino increpa a Dios, a la sociedad, a la sanidad, a sus amores fallidos. Dónde está el amor al prójimo, el cuidado, la vida digna, la vida divina en vida. Le dice a Dios: «¿Cómo no se te cae la cara de vergüenza?». Habrá un Dios tal vez que mire para otro lado cuando una creación suya entre a un psiquiátrico, si quiera ese Dios llegará a entender el dolor  de un hijo, que acaba intentar de morir.

En este repaso de las heridas de un amor fallido y un amor rasgado por el dolor psíquico, se cuela un aire existencialista propio del mismísimo Sarte de la negación de la divinidad, de asumir la nada existencial que nos acongoja en esa náusea. Pero al igual que todo buen existencialista que ha decido no suicidarse, contra todo pronóstico propone un discurso de esperanza.

Este canto al dolor y a la muerte no es más que una férrea defensa de la vida, de una vida que, como diría Lemebel, no pone la otra mejilla, pone el culo. Carlos pone el culo, y pone el alma de un romántico empedernido (pero de un romántico del s.XVIII, que quiere vivir intensamente, desde el amor y la creatividad) y anima al lector a que, a pesar de toda desdicha y falta de consuelo viva, que es al fin y al cabo lo que hace él. Vivir, con ojeras hasta la garganta, con sensación de abandono, de vacío; pero de lo que a pesar de todo (literalmente “a pesar de”), resucita. Desde el des-vivirse en todas sus creaciones artísticas esta vez en forma de poesía, Carlos Costa nos dice: VIVE.

“Morir siempre vale la pena cuando la resurrección se convierte en poesía”.

Paula Bravo
@transshine
artista multidisciplinar

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